domingo, 30 de agosto de 2020

Riesgos de beber aguas fósiles en las islas.

 Riesgos de beber agua de pozos.

Tradicionalmente en Tenerife no se bebió agua de pozos. Eran las galería el medio clásico de obtener el fluido. No así en Gran Canaria. La razón de esto último es que, en las islas occidentales el territorio está cubierto de coladas recientes, mucho más permeables que los basaltos antiguos que cubren la generalidad de la isla redonda. También es así en la erosionada Maxorata. En Lanzarote, debido a la actividad volcánica de los siglos XVIII-XIX, sus escasas aguas de lluvia se acumulan en un sistema subterráneo, en Timanfaya, intermedio entre el de las aguas superficiales y las propias del freático, más profundo.
En Tenerife y La Palma cubiertas por lavas recientes, muy rápido se filtran el agua del lluvia y de la nieve, a medida que se derrite. No ocurre así con basaltos de la serie I y II apenas porosos, la norma en Gran Canaria. A cambio, gracias a esa impermeabilidad se puede almacenar agua en grande presas.
En las islas occidentales, las presas deben estar hecho sobre lechos impermeabilizados artificialmente gracias a hormigones especiales y telas asfálticas. Por ellos las pequeñas represas y nateros cumplen más bien el rol de recargadores del acuífero.
Las aguas de los pozos son mucho más antiguas que las extraídas de las galerías y manantiales. Pueden tener siglos de antigüedad. Su mineralización de sílice y salina es alta. El contenido de sodio se debe, fundamentalmente, al exceso de extracción hídrica. A lo largo de años ha descendido el nivel freático, es decir, la altura que alcanzan las aguas dulces acumuladas en el subsuelo, que ha desequilibrado el balance entre el agua dulce acumulada y la del mar. Proceso en cadena cuando el subsuelo ha perdido la humedad. Es como si metiéramos una esponja seca en el interior de agua salada. Si, en cambio, la esponja está empapada con agua dulce, el agua salada no puede entrar. 

La extracción de las aguas fósiles, además, pone en serio peligro la flora silvestre isleña, en particular, en momentos de estrés hídrico seguido por, los cada más frecuentes temporales.


Tres grandes riesgos para la salud:
El primero que presenta beber agua de pozo es el relacionado con el sodio que, debido al exceso de extracciones, supera en ocasiones los 200 mg/L. El Na es el principal causante de la hipertensión arterial y los consiguientes problemas vasculares.
La segunda fuente de riesgo para la salud es son los cada vez más altos contenidos de nitratos (NO2-, NO3-) y otras sustancias persistentes, procedentes de síntesis orgánicas, resultado incluso de décadas del uso y abuso de fertilizantes y pesticidas en el cultivo de la platanera y la vid. No no olvidemos que el cultivo tropical exige entre 300 a 400 L de agua por cada kilogramo de plátano producido. A esa cantidad enorme del fluido, una parte se transfiere al subsuelo con los biocidas y fertilizantes que, bastantes inertes, se acumulan en el acuífero. Sustancias orgánicas persistentes, arsénico, cobre e incluso metales pesados, como el mercurio, el estaño y el plomo presentes en la agricultura intensiva.
En el caso de mujeres embarazadas se sabe que sólo los nitratos incrementan enormemente el riesgo de abortos y de malformación del feto. Pero las sustancias orgánicas y orgánometálicas son liposolubles, por lo que se acumulan hasta niveles peligrosos en las partes grasas de nuestro cuerpo, en particular el hígado, la dermis y el pecho, en particular de las mujeres. En ocasiones estas sustancias son importantes disrruptores hormonales y, en otras, probados oncomoléculas y oncoaceleradores.
El tercero de los riesgo proviene de la reacción entre pequeñas cantidades de sustancias orgánicas persistentes, en muchos casos derivados del benceno, de gran estabilidad, y el átomo de cloro presente en el hipocloritos, en el cloruro de dioxígeno o el el cloro molecular usado en la desinfección obligada por ley de todo el agua que sea manipulada y distribuida para el abasto. cloramina, y otros productos orgánicos clorados, como el cloroformo, y derivados del clorofenol etc terminan apareciendo en las aguas de pozo, tras su potabilización.
El análisis de estas sustancias en el agua no es sencillo por su presencia en ocasiones inferiores a la capacidad de detección de los métodos más sofisticado como el TOC. Pero, aunque estén presentes en cantidades tan pequeñas que se adecuan a la norma vigente, el uso crónico de este agua, al cabo de años de consumo puede originar en las partes grasas de los mamíferos concentraciones importantes; se pueden alcanzar niveles superiores al NOEL (nivel de sustancia de efectos no observables) llegando al LD50, es decir, a valores superiores con efecto incluso mortales.
Los ayuntamiento de Tenerife, responsables de la calidad del agua de abasto deberían no usar actualmente el agua de pozos como alternativa para rebajar los niveles de fluoruros que aportan las aguas de las galerías en torno a Las Cañadas del Teide. Para ello la mejor manera es el tratamiento sencillo mediante membranas de las aguas de galerías con concentraciones de fluoruros, incluso en ocasiones, superiores a los 10 mg/L, aunque ello implique una pérdida del 30% de los caudales de aguas, lo que podría encarecer el 30% el precio del agua en el mercado. Ese incremento, en realidad, se disimula en la totalidad del recibo, en el que también se incluye el gasto de depuración, y en ocasiones, el servicio de basuras. Por lo que este proceder no debería en ningún caso subir el precio del agua de abasto en más de un 10%. Por otro lado, el uso del agua provenientes de galerías que suelen situarse a alturas superiores a los 1500 metros, reduce el coste propio del bombeo del agua desalada en las estaciones junto al mar y, por supuesto, el gasto del bombeo de los pozos y sondeos que, en muchas ocasiones, elevan agua de profundidades superiores a los 600 m, como ocurre con los pozos de Las Canteras en La Laguna y Pedro Álvarez en Tegueste. 

La energía potencial del agua de las galerías manantial permite suministraran, al menos, la energía necesaria para el tratamiento en los ETAP, mediante electrodiálisis u ósmosis inversa de estas magníficas aguas cuyo único problema es rebajar el fluoruro.

Ese tratamiento en la cabeza del ciclo de agua permite, además de una obvia mejora de la calidad del abasto, mejorar la posterior depuración, de tal forma que si las aguas consumidas por la ciudadanía son bajas en iones (sodio, cloruro,floururo, nitratos....) también abarataría su depuración. Se evitarían las nanomembranas para su reutilización ( que se hacen en las plantas EDARS de lodos activados con regeneración) lo que favorecería la depuración sostenible y natural.

Por supuesto, para poblaciones situadas sobre los 300 metros el gasto del bombeo que se suma al de la desalación hace que el consumo de agua desalada no sea sostenible.

Tenerife y La Palma poseen aguas de galerías suficientes y de calidad como para usar la desalación de las marinas como último recurso y, en todo caso, como apoyo al suministro en poblaciones costeras. Presentar la desalación como único recurso en estas islas es una estrategia empresarias en muchos casos contraria a los intereses de la ciudadanía y de la sostenibilidad como norte que debiera guiar las políticas de recursos estratégicos.

Julio Muñiz Padilla. Químico. Profeso de Depuración de Agua.