Los árboles que enferman en nuestros jardines.

Hoy la prensa isleña  informa sobre el riesgo para la ciudadanía de las ramas de los árboles que caen sobre la calzada santacrucera.

No se nos oculta que muchos árboles de los jardines municipales están enfermos.
(La periodista Ana Mendoza lleva un tiempo llamando la atención sobre el mal estado de los jardines chicharreros.)

No hace mucho, ocurrió algo similar con las palmas de los jardines laguneros, como las del Camino Largo. En los laboratorios del ciclo de Química Ambiental analizamos varias muestras y observamos que tenían niveles significativos de Hg, altos de Zn y altísimos de NaCl -en este caso en las partes más externa de los "tocones"- que se dedujo se debía al exceso de agua del riesgo por aspersión. Ese riego debilitaba el sistema de absorcion por las micorrizas profundas, lo que es propio de las Phenix c. en un medio más natural. No se detectaron bacterias, fingus ni insectos foráneos a los que se les pudiera responsabilizar de la enfermedad. 

También, no hace demasiado, el magnífico  drago el La Laboral de La Laguna,  a los pocos meses  de cambiarse el cuidado y riego personal por un sistema automático (que le ahorró a la administración un jardinero) sucumbió;  luego de 400 o más años de vida. 

Un árbol debe considerarse ¡un proyecto a largo plazo! Por ejemplo, 100 años. Por eso, hay que drenarlo, regarlo de forma inteligente y no de manera industrial -como si fuese un cultivo hidropónico.  Hay que cuidar el suelo, un "medio vivo",  evitando el exceso de fitonutientes de origen mineral (nitratos, fosfatos); hay que  mantener la distancia mínima entre las copas y no ahogar los troncos con suelos y firmes rodeado de piche y cemento. El asfalto es rico en mercurio. Hay que fomentar el sistema radicular del árbol tal como estaría en un medio natural: que "busquen el agua" hacia la profundidad y no de manera horizontal al suelo. Así ese "agarrará" mejor al suelo.

Es decir, un árbol para la ciudadanía debería ser como la mascota que mimamos y tratamos con respeto. Son seres vivos, a nuestra forma acelerada de vivir,  lentos pero delicados  y hermosos fuente de salud, sombra y humanidad. 
Cuando era niño, los jardines de Santa Cruz era para el vecindario uno de sus máximos orgullos. Con el tiempo ese sentimiento fue política y comercialmente aprovechado.
Un árbol sano es -según alguno con pocos escrúpulos- un estorbo para el  negocio.
Rinde más, en 20 años, diez arbolitos raquíticos que solo uno sano. ¡Cuestión de (mucha) pasta!

En resumen:
La externalización de la gestión de los jardines; los sistemas de riego computarizados, (que, por supuesto ahorran personal);  el uso de aguas de mala calidad, regeneradas de los edars,   son  responsables de que  aquellos  enfermen y mueran. (Por supuesto, parece que conviene que  la ciudadanía piense que el gran responsable del mal estado de los jardines sea el cambio climático).

Julio Muñiz. Profesor de Química Ambiental

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