Canarias, hacia el feudalismo hídrico.
(I) El monstruo financiero.
Las políticas hidráulicas en Canarias son ejemplo de insostenibilidad. Pero no nos engañemos. En realidad, la crisis del agua es un negocio fabuloso.
Ni siquiera las reglas del capitalismo, del mercado, de la competencia, se cumplen. En este novedoso marco el poder lo ostenta la propiedad intelectual y las patentes tecnológicas. El agua industrial, es el centro de la economía al que le debemos pleitesía.
Como los siervos de gleba, como los primitivos pequeños burgueses artesanos con talleres adosados a las murallas, como los recaudadores del diezmo, en el presente la totalidad debemos tributar a los señores del agua. Y no será, en este caso, la burguesía la que desplace al feudalismo pues en esto del agua no hay competencia, ni siquiera mercado.
Poder que se basa en la renta y no en el beneficio. ¡Un feudo hídrico!
Desde el inicio del colonialismo la economía de Canarias ha ido como una especie de montaña rusa donde se alternaban sucesivos monocultivos: la exportación del azúcar, del vino, cochinilla, plátanos, tabaco, tomates, turismo, incluso el territorio, su paisaje y clima; y ahora el monocultivo de agua manufacturada. El amo es un conjunto reducido de multinacionales que lo controlan todo. Desde su fabricación, su distribución, su saneamiento hasta su regeneración. Agua que, para que adquiera mayor valor conviene escasee. Como el oro que vale más cuando menos hay.
Pero este monocultivo tiene una característica que lo hace especial. Las infraestructuras necesarias de los recursos estratégicos no se pueden instalar y desinstalar. No se puede hacer redes alternativas de saneamiento, o de abasto, ni siquiera se pueden facturar desaladoras que den agua más competitiva. Lo relevante es que , quien posea el monopolio es dueño del recurso. Y tratándose del agua, del resto de la economía archipielágica.
Además, la multinacional no es solo dueña de las instalaciones sino de todos los insumo necesarios para la fabricación del agua: las membranas, las bombas de ósmosis inversa, los sistemas de electrodiálisis, los productos químicos necesarios del mantenimiento, las sales y otros reactivos que permiten distribuir el agua con seguridad por las redes comarcales e insulares.
El monopolio tecnológico que inicialmente compartía con otros emporios es ahora un monstruo imperial. Un Cronos que ha devorado a la antaño competencia. Por ejemplo, a la empresa del sector, Su0ez, a su vez propietaria de Canaragua, que fue hace pocos años absorbida por Veolia.
(II) De los caciques al feudo.
La reina Juana otorgó de manera excepcional en las islas al propietario del suelo también el subsuelo. En 1879, surge la Ley de Aguas que se mantendría vigente en sus aspectos básicos hasta 1985. Esta Ley reconoce el derecho de los propietarios privados a explotar los recursos del subsuelo de sus fincas que permitió, mediante la excavación de galerías y pozos, y la construcción de infraestructura para su canalización el control privado del recurso. En el resto del estado el agua era pública.
Cuando la obligación de abasto municipal fueron externalizadas, el neoliberalismo aprovechó la avaricia caciquil de los aguatenientes isleños que, como bufones, saltando y bailando en torno a los ingenieros y técnicos de las concesionarias y a su vez, clientes de Veolia, facilitaron la neutralización y el trasvase del poder que tenían. Los hasta entonces amos, obligados por la democracia, redactaron una Ley de Aguas en 1990, a su medida. Creían que controlando los Consejos Insulares de Agua, órgano creado para aplicar la nueva norma, mantendrían el dominio sobre las galerías, los canales, los abastos municipales, los pozos, los sondeos.
Cuando se aprobó la Ley, una parte optimista de la ciudadanía creyó que la situación del agua en las islas, luego de cinco siglos de tratamiento excepcional, se normalizaba; se transfería la propiedad del agua superficial y subterránea de las heredades y particulares al gobierno en un periodo transitorio de 50 año. Pero ya cerca del final del plazo, la estrategia aplicada en ese tiempo no ha consistido en mejorar las captaciones, ni en aumentar la repoblaciones con vegetación captadora de brumas, ni en la mejora de la absorción por el suelo orgánico, ni en un intentar de reducir la evapotranspiración etc. Simplemente se abandonaron las infraestructuras hidráulicas existentes, que, a lo largo de la historia fueron consideradas ejemplares, hasta su total deterioro. Se abusó de una ley de abasto garante de la calidad de los abastos públicos (RD140/2003), por la que se considera que, si, por ejemplo, el agua contenía fluoruros no es apta para la población, para ampliar la lógica prohibición también al agua agrícola y de otros usos. Se ordenó el cierre de galerías y ello llevó al deterioro de los canales, al descuido que las presas que se anegaron, a la desaparición del sistema de alcogidas de las gavias, al deterioro de las propias propias gavias usándolas como terrenos de cultivos de olivos, a la pérdida de los nateros y otros instrumentos de recarga. Pues, mientras ocurría el desmantelamiento de la infraestructura existente, se invertía ingentes caudales público en instalaciones industriales para fabricar agua y el pago de uso de patentes para desalarla del mar y regenerarla de las residuales.Y como cualquier otra manufactura, estos productos están sujetos a las leyes de la propiedad intelectual y a los vaivenes de la oferta y la demanda.
En pocos años, los aguatenientes pasaron a ser meros intermediarios del dominio del feudalismo tecnológico. Y a diferencia de otros monocultivos, en este caso ni siquiera hubo posibilidad del regateo.
A fin de limar asperezas, los nuevos amos establecieron una estrategia para no enfrentarse directamente con el poder político. Se procedió de la siguiente manera : primero se aseguró que en la práctica se produjera un déficit del abasto, lo que se asoció con una pertinaz sequía, aunque era el resultado del abandono por el que más del 50% de agua captada se perdía. Luego vinieron incendios, se contaminaron los subsuelos, y, al final se propuso como única solución a tales calamidades la tecnológica: las desalación del aguas del mar en islas hasta entonces húmedas, regeneración de las residuales, disfrazada de economía circular y el bombeo generalizado de aguas limpias, de aguas saladas y de aguas negras.
Se abusó de los boot -build own operate transfer –y se cargaba a los vecinos, en sus recibos de agua, las cuotas de multimillonarias hipotecas a cuarenta y cincuenta años. Además, eran la propia ciudadanía la que debía pagar el gasto energético de la regeneración y el bombeo de aguas negras cuando ello le corresponde, en todo caso al comprador de esos fluidos que otros lugares solo se utilizan en caso de máxima urgencia. Es decir, la ciudadanía pagaba y selectas empresas, propietarias de las patentes, controlaban, en la cúspide, el estratégico recurso y el resto de las economías isleñas. Porque, sin agua no es posible ninguna otra actividad.
En definitiva, luego de cinco siglos, otra colonización de origen francés, aunque a la postre apátrida, tecnológica, dominó de nuevo el Señorío de Canarias. Su cara mediática, Veolia.
(III) La metodología
Para que la estrategia funcionara el ciudadano debía desconfiar del agua extraída de manera “natural”. Se presentaba como poco fiable en su suministro mientras que técnicos, catedráticos, periodistas y comerciales alababan los milagros del agua manufacturada., incluida las provenientes de las residuales. Empresas semipúblicas como Balten dispensaba fluido a la puerta de las fincas mediante tuberías negras, como cualquier otro abasto. Y, si bien la letra chica del contrato advertía de lo insalubre de esa agua, gallinas, cerdos, cabras y vacas la consumían. Incluso, en terrenos agrícolas reconvertidos en aparcamientos de caravanas, hay grifos con ese agua al alcance de cualquiera.
Se desinformó. Primero, cuestionando los métodos tradicionales de extracción y depuración del agua. Segundo, confundiendo términos como “ciencia” y “tecnología” y manipulando teorías y conceptos como los de sostenibilidad, orgánico, ecológico, economía circular, cambio climático, cambio global. Tercero, ninguneando el saber científico que se elevaba a simple opinión.
Una metodología similar a la que ha llevado a que aspectos relevantes para la sociedad y el planeta como la transición energética se quede en la simple sustitución en el mercado de los motores de combustión interna por los eléctricos.
(IV) La pescadilla que se muerde la cola.
He evaluado las masas de lodos procedentes de las EDAR convencionales, de las diferentes Plantas de Tratamientos de Residuos Sólidos (PIRS y similares) de cada una de las islas y las he comparado con los volúmenes de aguas que se supone se depuran, se desalan y se extraen del subsuelo o de embalses. Del cálculo se deduce que, o bien se engaña con las cifras de las memorias oficiales o el sistema hidráulico en todas las canarias es un sangrante despilfarro. A tenor de los lodos que se tratan, ni siquiera el 10 % del agua de abasto se depura (mucho menos si nos fijamos de la que se afirma se produce y que no tiene como fin la agricultura, el turismo o la industria). O se factura más agua que la que realmente se desala, o se transfiere enorme caudales a la agricultura y turismo en momentos en que no se asegura el abasto público. O bien, en el camino entre la captación y fabricación y el consumos se pierde casi el 80% del agua.
Sean cuales sean los motivos, la solución propuesta para compensar la merma es siempre la misma: Instalar nuevas desaladoras y regeneradoras. Ni siquiera se trata de controlar las evidentes pérdidas en las redes de suministro y saneamiento.
Y, a pesar de que esa masa de fangos y lodos, comparada con el consumo hídrico declarado es baja en relación al agua facturada, empieza a ser un enorme problema en la gestión insular de los residuos sólidos.
El tratamiento posterior de estos lodos no es sencillo, consume mucha energía, -que no se limita exclusivamente en su secado- y además es necesario pagar grandes sumas para exportar al exterior los tóxicos lixiviados que nuestras plantas no pueden gestionar.
Como la pescadilla que se muerde la cola, se pretende resolver el problema generando otro que podría aún ser peor: dispersar el lodo en todo el territorio agrario insular como si fuera compost.
Igual que en otras crisis, lo que para el simple contribuyente es un problema, para algunos es un chollo. Aunque de la trascendencia de los efectos colaterales no se hable: ¿estamos dispuestos a poner en riesgo los escasos suelos agrícolas insulares regándose con agua regenerada y fertilizados con compost urbanos?
(V) Las emergencias hídricas.
Se nos asegura que ahora se necesita más agua que hace sesenta años cuándo aún la agricultura en Canarias tenía cierta importancia.
El aumento acelerado de la población y el turismo en realidad no conlleva un aumento proporcional del consumo de agua.
Fue durante la agricultura intensiva de los años setenta cuando más fluido se extrajo del subsuelo hasta deteriorar en ocasiones el sistema freático.
Por supuesto, la calidad del agua de abasto actual es mucho mejor que la de entonces, lo que es suficiente justificación para el uso de desaladoras para el abasto de las poblaciones costeras. Pero no es cierto que ahora se consuma más volumen de agua que entonces.
No existen motivos, más allá que el propio negocio, para sustituir los caudales de agua procedentes de la lluvia y de las brumas por volúmenes equivalentes de aguas desaladas y regeneradas.
Además, mejorar la calidad es factible y económico. Potabilizando las de las galerías,usando su propia energía potencial que posee al alumbrarlas en lugares altos.
Por otro lado, debemos dejar también claro que la calidad del agua debe asociarse con el uso al que se dirija. Un agua con un contenido de fluoruros de 8 o 10 mg/L no es apta para el consumo de de personas pero absolutamente válida para la agricultura cuando su contenido salino es bajo, lo cual es norma general en las de las galerías de Tenerife y La Palma. Por supuesto, también es adecuada para el baño o para tirar por la cisterna. ¿Por qué, entonces, nos empeñamos que ese agua no se puede usar y se cierran las galerías que la suministran?
Aunque se haya reducido en algunos años la pluviometría neta en todas las Canarias, siguen siendo varias veces superiores los volúmenes de de agua que se infiltra - y se podrían captar- que los que se extraen.
Por otra parte, y sin querer ahora entrar en otra amplia reflexión, ¿es lógico orientar nuestra agricultura a la exportación de productos agrícolas tropicales, enorme consumidores de agua de gran calidad como plátanos y aguacates mientras importamos la práctica totalidad de las verduras, frutas y papas de nuestras cestas de la compra?
Aunque el cambio climático y global está alterando los antiguos ciclos del tiempo no es cierto que los balances entre las extracciones de aguas y la reposición a partir de las lluvias no condene irremediablemente a la sequía. Mejorar las captaciones, la recarga y la mejor absorción por el suelo nos garantiza mayores y mejores caudales en altura que la simple desalación y bombeo.
Ante el cambio climático debemos reducir el riesgo de la desertización. Y eso no es cuestión de máquinas. Y menos cuando estas consumen mucha energía.
En cambio, el problema de los rechazos salinos del agua desalada y de las regeneradoras, ricas en fitonutrientes, impactan gravemente en el litoral. Los primeros vertidos destruyen sebadales y corales y los segundos favorecen la eutrofización y el crecimiento de colonias de bacterias y otros microorganismo patógenos en playas,lo que hipoteca otros componentes esenciales de nuestra economía, a saber, el turismo y la pesca artesanal.
Queda una esperanza, pues este feudalismo del siglo XXI tiene un talón de Aquiles: la ciencia sostenible, receptora de la importante tradición agrícola, hídrica e hidráulica aún vive en las islas. Debemos discutir y defender el medio y la larga tradición hídrica e hidráulica en un ambiente democrático.
(VI) Conclusión.
No estoy en contra de la desalación pero sí de que se considere como único método de obtener agua de calidad en una isla.
En cambio, si estoy categóricamente en contra de la regeneración de agua a partir de las residuales y el uso de los lodos de los edars como compost en agricultura porque con ello ponemos en crisis otro bien, aún más escaso que el agua, que es el suelo orgánico. Además de cerrar ciclos de metales pesados que pasan a instalarse de manera permanente en nuestras vidas.
Durante siglos en Canarias hubo agua, no mucha, pero la suficiente para sostenernos, para poseer incluso una agricultura que nos permitiera comer. Y la población supo obtener ese agua, conservarla y aplicarla con inteligencia. Y eso es conocimiento, la ciencia que volverá a tirar de la tecnología y no al revés. Ciencia que es un humanismo y no una metodología para generar dinero y desigualdad.
Julio Muñiz Padilla.
Fuerteventura, 10 de enero 2025
Cómo siempre Julio, no le quitó ni una sola coma al texto. Sería una idea estupenda compartir esto con sanitarios, al menos para que conozcan el peligro de los metales en nuestra salud. , y ya que al resto de mortales hacen caso omiso, que se oiga al menos la voz de los sanitarios.
ResponderEliminarCon respecto a la desigualdad en Canarias, dudo mucho que cambie , después de ser vendidas las islas.