miércoles, 22 de septiembre de 2021

Por qué beber agua del grifo(3/3). Aguas envasadas versus agua del grifo.

En esta tercera entrega compararé las características de las aguas embotelladas y las del grifo.

Antes de entrar en materia, anotar que las aguas de consumo humano se dividen en tres grandes grupos: aguas de abasto o municipales, aguas envasada pasa el consumo habitual y aguas mineromedicinales. Los tres tipos están regulados por normativas diferentes siendo la más restrictiva la que regula las aguas de abasto. Aguas tan afamadas como la Vichi Catalana clásica, agria, debido a su alto contenido salino no cumpliría la normativa de las aguas de abasto, las humildes aguas del grifo. ..En este caso, como con cualquier otra medicina, deberían consumirse con precaución.

Dicho esto empezaré por

 La seguridad higiénica.

La cantidad y tipo de patógenos que pueden tener las aguas para el consumo humano es, sin lugar a duda, uno de los aspectos esenciales. Sin tener que meternos en el árido mundo de la normativa simplemente decir que, tanto las aguas de abasto cómo las embotelladas garantizan, por ley, su contenido “cero” en patógenos y materia orgánica. Es decir los tratamientos a los que se someten el agua garantizan su total ausencia de patógenos, es decir, enterococos, E.coli, Clostridiums prefigens, legionela, salmonela….o cualquier otro.

En la segunda de las entregas sobre este tema vimos como la cloración es el método que garantizaba la desinfección. Asegura la ausencia de patógenos durante periodos largos de tiempo. 

Inicialmente al agua del grifo se le añade un máximo de 3 ppm de cloro equivalente y mientras esté supere los 0,5 ppm consumirla es seguro. Como hemos dicho, el problema asociado es el gusto que persiste incluso con la concentración más baja.

Las aguas embotelladas no usan derivados clorados para su obligatoria desinfección. En muchas ocasiones basta pasteurizarlas; es decir, calentarlas a 70C, envasarlas y cerrarlas inmediatamente.

Si bien el método es eficaz no olvidemos que, en caso de abrir el envase, la seguridad original de ausencia de patógenos se pierde. Le ocurre como un tetrabrick de leche después de abrirlo. A las pocas horas fuera del frigorífico la leche se cortará por la acción de las bacterias lácticas que están el el medio. 

El contacto entre el agua caliente y el envase de plástico, incrementa el proceso de contaminación del contenido por derivados orgánicos del contenedor. Por eso debería asegurarse que en las envasadoras se cumpliese el periodo suficiente largo de tiempo entre el momento en que la botella se construya a partir de una perla del material plástico (que se infla en el molde  en caliente) y su llenado con agua. 

No olvidemos como, si compramos garrafones de 6, 8 o 10 L, su seguridad biológica depende mucho del tiempo que tardamos en consumir el contenido. Y , por supuesto, de cómo manipulamos ese recipiente ya abierto. Cerrarlo inmediatamente, luego hayamos extraído el agua y, por supuesto, no tocar la embocadura con los dedos o labios es obligatorio para la higiene bacteriológica.

El agua del grifo está más garantizadas debido al cloro residual que persiste incluso varios días.

Igualmente, el contenido de materia orgánica en el momento del suministro debe ser cero. Un aparato denominado TOC garantiza hasta la millonésima de gramo ese contenido cero. Por supuesto, antes de ser enviada por los conductos o envasada porque, y aquí no puedo ya dar valores genéricos, tanto el tipo de tubería, tipo de depósito, botella y su exposición al sol alteran dichos valores.

La interacción entre el contenedor y el fluido se agrava con el tiempo y la exposición al sol o alguna fuente de radiación lumínica o térmica. Por ello, mejor no guardar durante periodos largos el agua en depósitos plásticos, mejor si estos no están en las azoteas o expuestos al sol directo . El asunto más peliagudo ocurre con el agua envasada en las botellas de plásticos que nunca deben guardarse expuesta al sol, el calor, o fuentes electromagnéticas.

La presencia de bifinoles en las aguas envasadas en plástico es general, según el estudio que se hizo en la universidad de Granada hace unos años (2012) a un grupo amplio de aguas comercializadas en España y Canarias. La capacidad acumulativa en los tejidos grasos de estas moléculas orgánicas hace que su uso habitual pueda originar disrupciones hormonales. ¡Ninguna broma!

En las aguas de abastos los contenidos de bifinoles, que también los hay, es muchísimo menor y se deben al paso del agua por circuitos de tubería plásticos. Incluso, el menor tiempo de retención que tiene el agua de abasto en los depósitos plásticos hace que, a la fecha, el problema de estas moléculas persistente en la salud por beber agua del grifo no se haya detectado.

Por lo tanto. Si tenemos aljibes para guardar aguas de abastos mejor que estos no sean de plástico y siempre debe estar cerrados, en sitios oscuros y alejados de fuentes de calor o radiación electromagnética.

Con aguas envasadas, siempre que se pueda exigir que el envase sea de vidrio. Si no es así, guardar las botellas y garrafas en sitios oscuros y frescos. Y, cuando se abran, consumir su contenido rápidamente ...y mantener el resto del tiempo la botella o garrafa cerrada sin tocar las embocadura de las botellas.

Mejor comprar agua en envase pequeños de 1,5 L que de 6 o más litros si no se van a consumir rápidamente aunque ello agrave el enorme problema de los plásticos y microplásticos. Además, no rellenar el envase con agua para posteriores usos. El problema de los bifinoles y, en botellas de poliestireno reutilizadas, los microplásticos son, actualmente, problemas generalizados que afectan a la salud y al medio.


(segundo)  

El contenido de sales de las aguas potables.

El agua pura, destilada o recién desalada o desmineralizada, no debe beberse. Es de los mejores disolventes. Por eso, usar agua destilada o sumamente baja en sales, como el agua de lluvia o las aguas obtenidas por sistemas caseros de ósmosis inversa o centrifugación del aire, disuelven el fosfato cálcico de los huesos, la dentina y rebaja mucho los niveles por debajo de lo necesario los cationes sodios y potasios de la sangre.

Pero niveles altos de sales producen otro tipo de patologías como exceso de tensión arterial y retención hídrica.

(a)Las alcalinas, sodio, Na(+) y potasio K(+). Estos cationes son siempre solubles, en cantidades normales no aportan sabor al agua, pero, en particular el sodio, cuando su concentración iónica supera los 100 mg/L no es recomendable para la salud aunque sean insípidas. El máximo de [Na+] debe estar por debajo de 0,2 g/L (200 mg/L)

(b)las alcalinas térreas calcio, Ca(2+) y magnesio, Mg(2+). En algunas aguas ferruginosas en este grupo se añade el catión ferroso, Fe(2+). Estas aguas producen dureza, de lo que hablaremos a continuación, pero que, en concentraciones moderadas, son buenas para la salud. Pero le otorgan al agua, como vimos en el capítulo anterior, sabor terroso, lo que muchas personas piensan que, por ello, son insalubres. Todo lo contrario. Por esa razón, desde el punto de vista sanitario, la norma no limita por arriba las cantidades de estos cationes divalentes por separado.

(c) Demás cationes como aluminio, cobre, plomo…….sus cantidades máximas están perfectamente reguladas por la ley para las aguas de abasto lo que garantiza que éste agua no contiene cationes que puedan afectar la salud. En el caso de aguas minero medicinales algunos cationes pueden superar los contenidos reglados para las aguas de usos habitual, de abastos o envasadas no medicinales. Por lo que, como ya dijimos, estas aguas, aunque se puedan adquirir en farmacias, no deben beberse sino en casos muy concretos y documentados.

En relaciones a los aniones, los más habituales son los cloruros, Cl(-), bicarbonatos HCO3(-) y, en menor medida pues es menos soluble, los carbonatos, CO3 (2-). El resto de los aniones estarán en muy pequeñas cantidades, aunque, algunos como el Flouroro F(-) y el Boruro (B(3-) pueden encontrarse en ocasiones muy concretas, en las aguas canarias de abasto en valores superiores a los autorizados, a saber 1.5 mg/L y 1 mg/L respectivamente.



(tercero

La dureza del agua,

es decir, la incapacidad de que el jabón haga mucha espuma, responsable además de su sabor terroso.

Es debida a la presencia de cationes divalentes disueltos, en particular, calcio y magnesio.

Las aguas de abasto en Canarias si provienen exclusivamente de desaladoras o de la mayoría de las galerías, antes de las mezclas, son muy blandas. En el caso de desalación del mar, lo cationes divalentes se añaden al final del proceso de fabricación lo que reduce el ataque a las cañerías de las aguas desaladas, prácticamente desionizadas.

La razón de añadirle el CaCO3 al agua es el Ca(2+) y el Mg(2+) son buenos para la salud. Todo lo contrario a lo que generalmente se piensa. La OMS lleva año recomendando el uso para beber de aguas ligeramente duras. El corazón y las arterias lo agradecerán.

Muchos piensan que beber esas aguas duras es perjudicial para el riñón lo que no es cierto.

Las mayoría de la piedras del riñón no son sólo de calcio, sino de sales insolubles de calcio, el carbonato y oxalato cálcicos. Por lo tanto, debe coincidir el consumo excesivo del catión calcio con el consumo del anión oxalato. Éste se encuentra exclusivamente en productos orgánicos, preferentemente no manipulados, ni desnaturalizado por la temperatura, como son los berros, las acelgas y el cacao.

Comer un trozo de chocolate con leche es muchísimo más problemático para los riñones de algunas personas que beber litros y litros de aguas ligeramente duras.

En cambio, una concentración elevada del catión sodio es mala. Aunque la ley autoriza hasta 0,2 gramos por litro, 200 ppm, el agua no debería superar los 40 ppm. A estas concentraciones, incluso más alta, el sodio no produce sabor. Y eso es un problema: muchas personas creen que la ausencia de sabor es garantía de salubridad. Y puede ser todo lo contrario. Es el caso de aguas que han usado filtros en los que se utilizan resinas de intercambio iónico para que el agua dura se ablande pasando por la misma intercambia dicho ión divalente Ca(2+) por dos Na(+), monovalentes. Se pierde el sabor terroso pero se empeora la calidad sanitaria del agua, en especial, para aquellas personas con problemas en la tensión arterial.

En definitiva, las aguas moderadamente duras son buenas para la salud aunque puedan otorgarle al agua el peculiar sabor áspero.


La aguas sin nada de Calcio pero con sodio son finas para el paladar pero, en caso de consumo habitual, malas para la salud. Aquí el sabor nos puede jugar una mala pasada.


Concluyo:

Las aguas del grifo en las grandes urbes de Canarias son buenas para beber.

Su seguridad sanitaria está garantizada por un Real Decreto, RD140/2003 que obliga mediante graves sanciones al gobierno municipal.

Su gusto es debido al método de desinfección, garantía de ausencia de microorganismos. En verano, por seguridad, los responsables de la salud pública suelen incrementar el nivel del hipoclorito lo que lleva a un aumento del gusto.

La ciudadanía debería exigir otros usos de sistemas de desinfección eficaces como el dióxido de cloro, el ozono y, sobretodo. la radiación ultravioleta.

Podemos pensar que existe el interesado y generalizado supuesto de que las aguas del grifo no son aptas para beber. Pero eso es una gran mentira.

De esa mentira se nutre el negocio del agua embotellada. ...y el reclamo para ir a las grandes superficies a comprar.

Un negocio que multiplica por mil el precio del agua simplemente por el echo de meterla en una botella de plástico. Por supuesto, con una increíble repercusión en el medioambiente.

No insistiré en el problema del plástico ya conocido por la mayoría. Además de mantener una cultura basada en los combustibles fósiles, habrá que añadir las emisiones atmosféricas del CO2 que conlleva la degradación del envase y el transporte mediante camiones y barcos desde lugares alejados del agua hasta nuestras casas.

A día de hoy, la mayor parte del agua embotellada que se consume en nuestros hogares proviene de fuentes situadas a más de dos mil kilómetros.

Y no olvidemos que ¡los envases de plásticos contaminan el agua con moléculas orgánicas! Que en concentraciones muy bajas pueden engañar al cuerpo como si fueran hormonas, de efecto disruptivo sobre el sistema endocrino. Moléculas, además, que se acumulan en los tejidos grasos.


Las aguas del grifo si proceden de desaladoras también generan huella ecológica. Si estas son de manantial deberían circular por gravedad hasta llega el grifo de nuestra cocina, por las tuberías, sin apenas emitir, en todo su tránsito CO2 al medio.

Las aguas de galerías que suministran al Norte de Tenerife pueden ser desfluoradas en las plantas de tratamiento, sin gasto energético extra, aprovechando la presión hidrostática que ejercen en su descenso por el campo gravitatorio mediante ósmosis inversa. Los rechazos producidos, de baja salinidad, podrían usarse en usos comunales como riego de jardines, limpieza de calles y para apagar los incendios forestales.

Por supuesto, si la población comprendiese que el agua del grifo es óptima para beber, se rompería un demoníaco círculo pues nos cuidaríamos que su desinfección y mejor distribución fuesen más eficaces.

No olvidemos que el abasto y el saneamiento son competencias municipales y actualmente hay soluciones sencillas, sostenibles que, sin incrementar su costo, pueden suministrar calidades de aguas muy superior a la media.


Consumir agua del grifo, no solo aliviaría nuestra economía, sino que tiene             importantes y positivas consecuencias ambientales.


Julio Muñiz Padilla. Químico. Profesor jubilado de Química ambiental. Depuración de Agua.

                                                     

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