Riesgos de beber agua de pozos.
Tradicionalmente en Tenerife no se bebió agua de pozos. Eran las
galería el medio clásico de obtener el fluido. No así en Gran
Canaria. La razón de esto último es que, en las islas occidentales
el territorio está cubierto de coladas recientes, mucho más
permeables que los basaltos antiguos que cubren la generalidad de la
isla redonda. También es así en la erosionada Maxorata. En
Lanzarote, debido a la actividad volcánica de los siglos XVIII-XIX,
sus escasas aguas de lluvia se acumulan en un sistema subterráneo,
en Timanfaya, intermedio entre el de las aguas superficiales y las
propias del freático, más profundo.
En Tenerife y La Palma cubiertas por lavas recientes, muy rápido se
filtran el agua del lluvia y de la nieve, a medida que se derrite. No
ocurre así con basaltos de la serie I y II apenas porosos, la norma
en Gran Canaria. A cambio, gracias a esa impermeabilidad se puede
almacenar agua en grande presas.
En las islas occidentales, las presas deben estar hechas sobre lechos
impermeabilizados artificialmente mediante hormigones especiales y
telas asfálticas. Por ello, las pequeñas represas y nateros cumplen
más bien el rol de recargadores del acuífero.
Las aguas de los pozos son mucho más antiguas que las extraídas de
las galerías y manantiales. Pueden tener siglos de antigüedad. De
ahí, su mineralización en sílice y su alto contenido salino. El
contenido de sodio se debe, fundamentalmente, al exceso de extracción
hídrica mediante pozos. A lo largo de años se ha reducido
rápidamente el nivel freático, es decir, la altura que alcanzan las
aguas dulces acumuladas en el subsuelo, lo que ha alterado el
equilibrio entre el agua dulce acumulada y la del mar: entra agua
marina en el subsuelo que ha perdido la humedad. Es como si
metiéramos una esponja seca en el interior de agua salada. Si, en
cambio, la esponja está empapada con agua dulce, el agua salada no
puede entrar.
Tres grandes riesgos:
El primero de los grandes riesgo que presenta beber agua de
pozo es el relacionado con el sodio que, debido al exceso de
extracciones, supera en ocasiones los 200 mg/L. El Na es el causante
más importante de la hipertensión arterial y los consiguientes
problemas vasculares.
La segunda fuente de riesgo para la salud son los cada vez más
altos contenidos de nitratos. También otras sustancias persistentes,
procedentes de síntesis orgánicas, resultado de décadas del uso y
abuso de fertilizantes y pesticidas en el cultivo de la platanera. No
no olvidemos que este cultivo tropical exige entre 300 a 400 L de
agua por cada kilogramo de plátano producido. A esa cantidad enorme
del fluido, de la que una parte sustancial se transfiere al subsuelo,
se le añaden los biocidas y fertilizantes que también pasan al
acuífero. Sustancias orgánicas persistentes, arsénico, cobre e
incluso metales pesados, como el mercurio, el estaño y el plomo
presentes en la agricultura intensiva.
En el caso de mujeres embarazadas se sabe que sólo los nitratos
incrementan enormemente el riesgo de abortos y de malformación del
feto. Pero las sustancias orgánicas y orgánometálicas son
liposolubles, por lo que se acumulan hasta niveles peligrosísimos en
las partes grasas de nuestro cuerpo, en particular el hígado, la
dermis y el pecho, en particular de las mujeres. En ocasiones estas
sustancias son importantes disrruptores hormonales y, en otras,
probados oncomoléculas y oncoaceleradores.
El tercero de los riesgo proviene de la reacción entre
pequeñas cantidades de sustancias orgánicas persistentes, en muchos
casos derivados del benceno, de gran estabilidad, y el átomo de
cloro presente en el hipocloritos, en el cloruro de dioxígeno o el
el cloro molecular usado en la desinfección obligada por ley de todo
el agua que sea manipulada y distribuida para el abasto. cloramina, y
otros productos orgánicos clorados, como el cloroformo, y derivados
del clorofenol etc terminan apareciendo en las aguas de pozo, tras su
potabilización.
El análisis de estas sustancias en el agua no es sencillo por su
presencia en ocasiones inferiores a la capacidad de detección de los
métodos más sofisticado por el TOC. Pero, aunque estén presentes
en cantidades tan pequeñas que se adecuan a la norma vigente, el uso
crónico de este agua, al cabo de años de consumo puede originar en
las partes grasas de los mamíferos concentraciones importantes que
pueden alcanzar niveles superiores al NOEL (nivel de sustancia de
efectos no observables) llegando al LD50, es decir, a valores
superiores con efecto incluso mortales.
Los ayuntamiento de Tenerife, responsables de la calidad del
agua de abasto, deberían no usar actualmente el agua de pozos
como alternativa para rebajar los niveles de fluoruros que
aportan las aguas no desflouradas de las galerías en torno a Las
Cañadas del Teide.
Pero este contenido en F-, que superan varias veces el 1.5 mg/L que
permite la ley, puede ser reducido fácilmente. La mejor manera es
el tratamiento sencillo mediante membranas de las aguas de galerías.
Por ejemplo la de Hoya del Cedro con concentraciones de fluoruros, en
ocasiones superiores a los 10 mg/L. Ello, por supuesto, implica una
pérdida del 30% de los caudales, lo que podría, en principio,
encarecer el 30% el precio del agua en el mercado. Pero ese
incremento del precio, en realidad, se diluye en la totalidad del
recibo, en el que también se incluye el gasto de depuración, y en
ocasiones, el servicio de basuras. Por lo que este proceder no
debería en ningún caso subir el precio del agua de abasto en más
de un 10%. Por otro lado, el uso del agua provenientes de galerías
que suelen situarse a alturas superiores a los 1500 metros, Hoya del
Cedro y Vergara a 1800 m, elimina la necesidad del bombeo, que sin
embargo sí tendría el agua obtenida por desalación de la del
mar. Ese gasto del bombeo de los pozos y sondeos es, en muchas
ocasiones, cuando se estrae de profundidades superiores a los 600 m,
como ocurre con los pozos de Las Canteras en La Laguna y Pedro
Álvarez en Tegueste, tan alto como el de la propia desalación por
ósmosis inversa.
En definitiva, la
razón del uso de agua de pozo es, en Tenerife, fundamentalmente su
mezcla con el agua de las galerías y, así, reducir los contenidos
de fluoruros. Ello, en cualquier caso no es muy factible, pues para
reducir a la mitad [F-] a la mitad habrá que mezclar en partes
iguales el agua de la galería con la de los pozos. En esa mezcla la
[Na+] aumenta considerablemente en relación al suministro de abasto
que sólo usase agua de manantial.
Por eso, ante el
consabido riesgo del agua de pozos ,en algunos municipios se está
generalizando la desmoralización a partir del agua de mar. Ello, en
ocasiones, aumenta el gasto energético considerablemente y no parece
ser necesario cuando, en esta comarca del noroeste de Tenerife hay
magníficos manantiales con abundante agua de calidad, si no fuera
por sus contenidos en el alógeno.
Pero desfluorar
agua con concentraciones salinas, incluido el anión F, inferiores a
0,5 g de sal es mucho más barato energéticamente que desalar. y se
ahorraban el bombeo. Un simple cálculo nos dice que ese proceso
mediante ósmosis inversa es del orden teórico de:
0.5/36 = 72 veces
más económico en relación a la energía.
Una propuesta
simple que se adapta perfectamente a las aspiraciones de los
ciudadanos y que es sostenible sería la de usar:
(1º) Como fuente
del suministro de agua la de los manantiales. Por ejemplo, la Hoya
del Cedro, actualmente no operativa por su alto contenido en
fluoruros.
(2) La construcción
de una pequeña estación hidráulica en la tubería de la hoya del
cedro para el uso de esa electricidad, cuya potencia media supera con
creces las necesidades para la desfluorización y pequeños bombeos.
Usando agua con los contenidos en flour de deesa galería o la de
Vergara 2, y usando un reparto del caudal inicial 7:3, es decir con
un rechazo de el 30% del volumen, éste tendría una conductividad
estimada apto para lavar calles, contra incendios y el riego de
jardines.
(3) La estación de
tratamiento, estaría a la altura del depósito regulador de aguas de
abasto del municipio o barrio municipal de mayor altitud.
(4)El agua de
saneamiento procedente de la población suministrada con este abasto
será de alta calidad. Su posterior depuración mediante sistemas de
humedales artificiales daría un producto reciclable, de baja
conductividad y bajo contenido en alcalinos y flúor. (5)Ese agua
permitiría el cierre del ciclo del agua con la recarga o reciclaje,
si procede.
(6) Esta propuesta
lleva asociada, el ahorro del bombeo a los depósitos reguladores que
en el caso de optarse por la depuración marina es siempre uno de los
gastos superiores.
Desfluorar mediante
ósmosis inversa es, como estimamos más arriba, al menos 1/10
energéticamente más económico que desalinizar desde el mar. La
razón es obvia debido a que la presión osmótica en el caso del
agua de mar, con un contenido equivalente de 36 g/L de NaCl es muy
superior a la del agua de galerías como menos de 0.5 g de contenido
salino.
(7) La reducción de
las sales se puede realizar en el propio depósito regulador y no
necesita emisario al mar. El rechazo del agua desflourada, en este
supuesto, tendría una conductividad a veces incluso inferior a la
del agua actualmente suministrada. Por ejemplo, como vimos, si el
coeficiente de reparto es 7:3 las tres partes de rechazo tendría una
conductividad algo superior a unos 600 microScm-1. Y el agua de
abasto unos 250 microScm-1
(8) Se debería potenciar el estudio y viabilidad de la desfluorización de las aguas fluoradas mediante el uso de zeolitas. Se han realizado experiencias iportante a
tal fin en Etiopía, en las que parcicipa el CSIC (Isabel Díaz) y la Universidad de Addis Abeba. En Tenerife se ha establecido una empresa que diseña instalaciones desfluorantes que utilizan esa tecnología.
Julio
Muñiz Padilla. Químico ambiental. Enero 2019
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